sábado, 4 de diciembre de 2010

Calendarios de explosivos en Botines (León)


















* Foto-recorte del cuadro El proyecto pintado por Ángel Mateo Charris para el calendario de explosivos del año 2003

Diario de León - La Crónica - Especial Santa Bárbara 2010
EL ARTE DE VOLAR
Extracto de un artículo del autor

"... Cuando llegando al fin de cada año, caen las hojas del calendario, quien lo ha colgado en la pared de su casa o de su trabajo, está pensando ya en qué cuadro y venturas nos traerá el año siguiente. El mérito más allá de lo pictórico, es que se trata de una tradición que lleva más de un siglo de existencia. Al contemplar las estampas del pasado no podemos evitar sentir siempre un poco de nostalgia. Nos buscamos a nosotros mismos en el recuerdo de una imagen vista en alguna parte. Su visión nos hace evocar momentos vividos, sensaciones, personas, palabras, risas, llantos, todo lo que es capaz de guardar la memoria humana. Sólo los objetos que sobreviven el paso del tiempo tienen potencialmente ese poder evocador. Pero en algunas ocasiones es precisamente ese calendario que cambia inexorablemente año tras año, el que al aparecer casualmente al fondo de una antigua foto, es capaz de situar con exactitud nuestros más entrañables recuerdos del pasado..."

martes, 6 de abril de 2010

Triste reflexión

Un compañero (y sin embargo amigo) repite incansable estas tres premisas que potencialmente podrían llevarnos según su experta opinión preventiva a asumir riesgos en la realización de cualquier trabajo.
Recientemente otro compañero (y también amigo) falleció como consecuencia de graves lesiones producidas durante un accidente con explosivos. Antes que nada, siendo conocedor de la víctima y de su sobradamente demostrada profesionalidad en los trabajos de voladura, deseo expresar mi absoluto y particular convencimiento de que en este suceso estoy seguro no concurrieron ninguna de las dos primeras premisas antes enumeradas.
Sirva en primer lugar estas líneas como sentido homenaje a nuestro querido V.L.
Sirva la desgracia para centrarnos en lo único positivo que un accidente puede aportar: aprender de él para evitar otros similares.
Sirva -sobre todo- esta triste reflexión como revulsivo para que los reglamentadores e instituciones supervisoras de las actividades que precisan la utilización de explosivos consideren seriamente la exigencia de ésas a veces "poco entendibles" condiciones que conducen diariamente a los profesionales que "saben" y "quieren" hacer bien su trabajo, a la triste realidad de que por determinados absurdos legales "no puedan" hacerlo.