
Recientemente otro compañero (y también amigo) falleció como consecuencia de graves lesiones producidas durante un accidente con explosivos. Antes que nada, siendo conocedor de la víctima y de su sobradamente demostrada profesionalidad en los trabajos de voladura, deseo expresar mi absoluto y particular convencimiento de que en este suceso estoy seguro no concurrieron ninguna de las dos primeras premisas antes enumeradas.
Sirva en primer lugar estas líneas como sentido homenaje a nuestro querido V.L.
Sirva la desgracia para centrarnos en lo único positivo que un accidente puede aportar: aprender de él para evitar otros similares.
Sirva -sobre todo- esta triste reflexión como revulsivo para que los reglamentadores e instituciones supervisoras de las actividades que precisan la utilización de explosivos consideren seriamente la exigencia de ésas a veces "poco entendibles" condiciones que conducen diariamente a los profesionales que "saben" y "quieren" hacer bien su trabajo, a la triste realidad de que por determinados absurdos legales "no puedan" hacerlo.